Muy romántico lo del canto del cisne, aunque a muchos les resulte difícil encajar a Mendilibar en el papel. Los periodistas habláis de vestuario roto, de movimientos internos en oficina y vestuario, de mucha o poca implicación y de un adiós irremediable (si no es el lunes 8 será el lunes 15, pero será). Hay quién lo cree a pie juntillas y quién os tilda de prensa rosa. Yo no sé qué pensar, la verdad.
Muchos aficionados sin información, pero con memoria, pensamos en lo que significan las destituciones, los desfiles de sustitutos y la pérdida de identidad. Sucedió con Maturana, con Vázquez, y volverá a suceder ahora, somos resultadistas y cortos de vista: cómodamente instalados en pedir la cabeza del míster si los jugadores no corren, mirándonos el ombligo como si tuviéramos una plantilla de lujo y cómplices del que Cuatro saque el lunes, entre chorrada y chorrada, para llamarle jugón y vivir un minuto de gloria. El adiós de Mendilibar traerá consigo, a no ser que el polvorín que es el Zaragoza o equipos tan mediocres como el nuestro se tiren al pozo tomando impulso, el descenso de categoría y la vuelta a todo aquello que hemos olvidado con tanta ligereza, como si hubiéramos pasado de puntillas.
Espero que el domingo Mendilibar y el Club, como tal, tengan apoyo y compromiso; en el campo, con unos jugadores realmente implicados (muy buen apunte hacia Sesma, que él curre todos los domingos, no sólo cuando juega contra el Barça) y en la grada, en la que muchos no queremos Iruretas ni Clementes que vengan a pasar la primavera viendo hundirse el barco entre los manteles de La Criolla, ni al bueno de Antonio Santos suplicando el arrepentimiento del que tiene la soga al cuello en las tres últimas jornadas. Mi impresión es que ya es tarde, podremos salvarnos o no, quién sabe; pero con la destitución del entrenador, junto con los graves errores cometidos en la planificación de la plantilla, habremos desperdiciado una -otra- oportunidad histórica de salir de la mediocridad.